Maleta Pedagógica

Contenido

Técnicas: Reconstrucción de la memoria histórica a través del arte

Objetivos

  1. Usar el arte como método de sanación y denuncia para la reconstrucción de la MH.
  2. Conocer los actores claves en la situación de desaparición que mantienen la situación de violencia y las estrategias para romperlas: víctimas (persona desaparecida, familias y sociedad), perpetrador/es, defensores y ausentes.
  3. Analizar las consecuencias psicológicas, sociales y económicas de las víctimas, perpetradores y ausentes.
  4. Conocer el marco legal De las NNUU para la protección de las desapariciones forzosas.

Metodología Competencias

El arte es una disciplina integral que desarrolla el nivel cognitivo, emocional y conductual de la persona.

  • A nivel cognitivo, se trata de conocer y profundizar en los conceptos relacionados con la situación de desaparición, las causas y consecuencias, en el marco legal establecido por las NNUU, con el fin de generar un pensamiento crítico y propio sobre las desapariciones forzosas.
  • A nivel emocional, se trabaja con el desarrollo de la empatía y la consciencia de las emociones experimentadas en las víctimas con preguntas que parten de su contexto y experiencia propias. La visualización de vídeos y relatos de las familias así como de personas desaparecidas que han sido liberadas.
  • A nivel conductual, se realizan las obras de arte que recogen y expresan lo experimentado. La creación entendida como forma de canalización del proceso emocional y mental generado de forma previa, que completa el proceso de aprendizaje y lo ancla con la experiencia.
  • A nivel social, se crea un diálogo entre memorias, favoreciendo la comunicación entre ellas. La comprensión de la historia y la visibilización de las consecuencias, pasadas y presentes de las desapariciones forzadas, ofrecen una forma de trabajo que favorece el trabajo con las víctimas en busca de la transformación mediante la justicia social.

La experiencia puede desarrollarse tanto de forma grupal como individual, adaptándose a diferentes edades (desde los 15 años en adelante), capacidades de la persona y a otros contextos y memorias. La clave de la universalización es posible a través del uso del arte y el diálogo, interno y externo, que surge con la memoria.

El arte como proceso de transformación

Un esfuerzo constatable por parte de las agendas internacionales y locales es la atención a la identidad cultural como fruto de una construcción colectiva y consustancial a la existencia humana.

Desde el marco institucional internacional La Agenda 21 de la Cultura, fue aprobada en 2004 por ciudades y gobiernos locales de todo el mundo comprometidos con los Derechos Humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la generación de condiciones para la paz. Entre sus fines destacados, está analizar el contexto cultural mundial y promover el intercambio de experiencias y aprendizaje mutuo mediante un buen trabajo en red, implementación y desarrollo de proyectos, respondiendo a modelos dinámicos de relación entre sociedades y territorios.

El proyecto Lxs Desaparecidxs, nace con esa intención visibilizadora y desde la necesidad de generar nuevas relaciones de compromiso con la recuperación de la memoria histórico-cultural de las poblaciones del Sur Global que están en riesgo de perderla, como es el caso de la comunidad saharaui, que desde la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis, AFAPREDESA, continúa trabajando en la búsqueda de más de 400 casos documentados de víctimas de desapariciones forzadas en el Sahara Occidental. Pero, ¿qué papel desempeña aquí el arte?.

Por un lado, se atiende y entiende el arte como vía de construcción de sentido y reparación simbólica y, por otro, se parte del concepto SUR acuñado por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, profesor de la Universidad de Coimbra, impulsor de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales cuya edición de 2017 se llevó a cabo en el campamento saharaui de Bojador. Con el fin de visibilizar la cultura de los pueblos marginalizados Santos elabora toda una teoría acerca de dos conceptos: sociología de las ausencias y sociología de las emergencias, es decir, identificar estos saberes en riesgo de ser destruidos y hacerlo de una manera urgente y prioritaria.

En el búsqueda de conocimientos y criterios de validez de conocimiento que credibilizasen las prácticas cognitivas de los pueblos y los grupos sociales que han sido históricamente victimizados por el colonialismo y el liberalismo, Santos acuña también el concepto de epistemicidio, que es la destrucción de los conocimientos, espiritualidades, formas artísticas y modelos de organización de estas comunidades del Sur global.

De este modo, las prácticas artísticas se inscriben en el esfuerzo de presentar una visión histórico-emocional de los hechos, revivir la memoria de lugares y rostros, identidades y vínculos, historias de vida incompletas hacia una narración de sentido.

Desde su etimología, el arte, o “artao” término de origen pre-helénico, viene a significar “aquello que debe ser juntado, unido” o “algo que une”. De esta forma, ya en sus orígenes, el arte sería todo aquello que tiende a unir partes separadas. Pero ¿a qué tipo de partes nos referimos? ¿Une al artista con su entorno, con su obra o con la mirada externa? Sea la vinculación qué fuere, lo que parece claro es que los y las artistas han sido testigos de su contexto emocional y cultural, de los conflictos vividos, de las pérdidas cercanas, y que sus obras han recorrido con ellos, como insistentes reflejos de esa dualidad entre lo acontecido y el símbolo, lo lleno y lo vacío, la vida y la muerte.

Es así como el arte ya no es el fin, sino el medio para introducir desde un escenario simbólico nuevas relaciones de compromiso, de entendimiento, de reparación al trauma. Muchas veces no basta la comunicación cognitiva para deconstruir el entramado intelectual/emocional que recoge y procesa los datos de un conflicto. Hay que desmontar ese mito tan dañino que equipara realidad, información y objetividad, como también debemos desmontar la idea tan difundida de que a más datos, más información. Los datos resultan útiles sólo cuando aportan sentido y nos ayudan a comprender integral y profundamente un suceso, y el espacio de creación artística es básicamente un espacio para construir sentido.

En tales condiciones el arte no es el fin, no importa la capacidad artística. El arte como herramienta se separa del acto estético para producir un efecto relacional sobre el tejido social y el trabajo en equipo mediante las prácticas artísticas se construyen para no instalarnos en el sufrimiento, para combatir la estigmatización.

Después de un daño causado, después de una violación de Derechos Humanos, hay algo que se queda sin reparar, es un daño simbólico que tiene que ver con la dignidad de las personas, con la memoria, con la verdad. Se habla entonces de una “reparación integral”, las víctimas necesitan ser oídas y reconocidas, y es aquí donde la práctica artística permite una aproximación sensitiva, no ya cognitiva sobre los hechos. Concientizar al mundo, como diría Paola Freire, que la verdad encuentre en el arte su cauce hacia una reparación simbólica con el fin de mitigar las relaciones antagónicas y asumir el conflicto desde otras narrativas transformadoras que puedan mejorar la visión del mundo y las relaciones con los demás.

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